La consciencia es la virtud que nos hace humildes

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Dic.: humildad. Del lat. humilĭtas, -ātis.

1. f. Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. ref.1

Tomándome la libertad de reproducir las palabras de mi mentor José Juan Cárdenes:

En la vida hay dos certezas básicas: A este mundo llegamos desnudos y nos vamos igual. Todo lo logrado entre esos dos puntos es una experiencia adquirida, un éxito. A lo cual debemos estar agradecidos y satisfechos. En cualquier momento de la vida podemos tener la sensación de perder todo, y en realidad, no estar perdiendo nada.

La humildad, que radica en el conocimiento del absurdo, de la nimiedad de nuestra existencia, nos hace ser conscientes de quienes somos; en contraposición a la soberbia, al absurdo del ego, al artificio del YO. Pues como bien apuntó Rosalía de Castro:

Del polvo y fango nacidos,
fango y polvo nos tornamos:
¿Por qué, pues, tanto luchamos
si hemos de caer vencidos?

Cuando esto piensa humilde y temerosa,
como tiembla la rosa
del viento al soplo airado,
tiembla y busca el rincón más ignorado
para morir en paz si no dichosa.

En las orillas del Sar

… la humildad nos hace ser conscientes del absurdo del ego, del artificio del YO y de toda esa fachada, esa farsa de la que se nutre (En palabras de Michael Chejov) la “ficción”.

La fachada que nos hace "iluminados", "elegidos", arrogantes en una existencia cuya realidad es la materia en un cosmos infinito. Y en ese entorno somos pequeñísimos y muy grandes... en realidad somos un término intermedio (desde nuestro subjetivismo). Estamos a mitad de camino. AsimilaRnos en consecuencia es la virtud de la humildad, necesaria para el desengaño que nos aleja de El falso Nen y, continuando con términos orientales: nos sitúe en el Zen. Algo así como “el justo medio” aristotélico que nos aproxima al concepto de felicidad... a la paz espiritual.